jueves, 14 de diciembre de 2006

CINCO PASOS Y UNO EN FALSO PARA UNA NUEVA LITERATURA

¿Qué hizo Italo Calvino?, tan solo darnos una muestra breve pero sustanciosa de lo que en realidad es verdadero e indispensable para la verdadera literatura; seis propuestas, una inconclusa y nombrada consistencia; tres muy claras: rapidez, exactitud y visibilidad; mientras que las otras dos: levedad y multiplicidad cual introducción y final de una odisea del razonamiento y compresión; todo destinado a hacernos concientes de la realidad en que nos encontramos, un momento en la historia en que las palabras parecen no tener valor y son relegadas a una imagen que dice ser su equivalente en millares, nada más falso para una generación que prefiere la rapidez de las situaciones más no la meditación absorta en las cosas simples que alimentan el alma y cultivan las más grandes ideas que actualmente ya no se ven brillar.
Nos hemos convertido en autómatas, lo más temido por los genios de antaño; y quizás, el presente texto, no sea absoluto y complaciente a lo exhortado por el autor; porque lamentablemente pertenezco a esa generación que creció frente a un televisor, siendo inundada de sonidos y movimiento que en vez de ser basados en un escrito, carcomido su iniciativa.
La violencia y corrupción de los años ochenta y noventa parecen haber mutilado el deseo de lo sublime o subjetivo, anclando a los jóvenes del nuevo milenio en lo patético y deprimente del sensacionalismo de la información, así como en lo banal de la literatura light que nada expresa y mucho gana en los innumerables ejemplares que se venden en las vitrinas de las grandes librerías; y quizás sea esta una expresión subconsciente de eludir la realidad y de una frustrada búsqueda de aquello que los escritores de hoy en día ya no son capaces de plasmar y que muy pocos sabemos encontrar en lo clásico de Shakespeare o supremo de Joyce; el análisis, lo profundo y lo sensato del conocimiento, una red que se tiende en el fondo y la forma de aquellas invaluables obras que, de una u otra manera, estamos comprometidos a valorar, seguir y, sin ánimo de exageración, a idealizar.

Sea lo sutil… imperceptible

Cuando Calvino nos habla de “levedad”, nos remonta a figuras mitológicas que desde un inicio demuestran el sentido de ese adjetivo para la literatura; es únicamente lo simple, sencillo, pero fantástico, aquello que alimenta nuestra contemplación extasiada de lo relatado y que permitirá un ameno paseo por las líneas del autor, característica vencedora del tedio y que a manera de Perseo, nos mostrará la forma de eludir lo peligroso de la gravedad y frialdad de la piedra monótona y pedante de algunos escritores.
La levedad tiene dos vertientes que confluyen en su concepto: primero, es la palabra que intenta plasmar tal y como es la naturaleza, el objeto con su peso, tamaño y forma; y segundo, la abstracción.
Esta última forma puede catalogarse a su vez en una cadencia de sonidos que sensorialmente resulten agradables, mientras que por otro lado también será reconocida como el pasaje o hecho bien delineado, descrito y plasmado, que se guardará en la mente al igual que un agradable recuerdo.
Tal vez sea ésta la característica en la que encontré mayor riqueza, ya que mirándose desde cualquier ángulo resulta apropiada en la labor del escritor; por un lado cuando se habla de manera clara y sencilla acerca de los objetos o situaciones, donde lo bello radica en la sinceridad, humildad de la lengua y el matiz de realismo con que se dibujen las palabras; no obstante, también por lado del camuflaje, hecho de metáforas sobre todo en la poesía, donde el toque de lo maravilloso e intangible, se guarda en el sentir y la abstracción del ser humano.
Ambos lados de la moneda, proporcionan aquello que todo escrito debe poseer, elegancia en la no exageración, lo preciso, justo y sublime.

Sea la agilidad…un instante

La rapidez en este caso es tratada en dos dimensiones, como el tiempo dentro del mismo relato y de alguna forma la “rapidez” con que el lector podrá desplazarse dentro de la misma narración.
Se da por entendido que esto no tiene que ver con la extensión o cantidad del relato, simplemente son menesteres muy distintos escribir en forma laxa y escribir ágilmente; así como indica el propio Calvino, la persona no deberá tener tiempo de detenerse en la vaguedad que por consecuencia lo encaminaría al aburrimiento y abandono de la lectura, ahí radica la difícil y placentera labor del autor, que en frases breves, precisas y ricas debe lograr una narración suprema y que, si bien no explica todo, permitirá la elaboración de constructos y conclusiones propios en cada individuo que lea la obra.
Por otro lado, el manejo del tiempo en el relato es otra de las cualidades a no perderse, puesto que solo maestros y genios de la literatura, hacen posibles relatos basados en racconto, flash back o cualquier otro recurso equivalente, y la no linealidad de los acontecimientos enriquecen aún más una historia, la hacen más vívida y atractiva como la de la pantalla de cine, pero en la inteligencia del lector; se ha dicho que debe ganarse tiempo para luego perderlo, en el caso de la literatura actual, pierde tiempo tanto el escritor como el que tiene en sus manos el escrito.

Sea lo preciso…único y necesario

Exactitud, es el elemento que en sí cumple la función de definirse graciosamente a sí mismo y en el acto de escribir se refiere a la cantidad exacta, lo necesario y útil para lograr la obra maestra.
Esta característica, más que ninguna, busca la perfección y sobriedad así como la magnificencia; trata de demostrar que en lo más pequeño se encuentra el inicio de una gran red de tramas y que la única forma de alcanzar la definición de lo más abstracto y etéreo…es a través de la palabra precisa, tal vez un punto, una coma; más que todo el cuidado y trabajo de filigrana del autor.
Es patético observar como algunos de los escritores actuales toman tiempo y desgaste neuronal en búsqueda de términos complicados para la exaltación de sus obras o la catalogación de las mismas como tratados complicados únicos para intelectuales, pero lamentablemente para su desdicha, esa complicación solo atrae a aquellos que pretenden a su vez presumir de sabelotodos.
Paciencia y mesura serán la compañía eterna de lo preciso y justo.

Sea la imagen de lo enunciado

La capacidad de elevar el espíritu humano y generar en él la imagen a través de las palabras sea quizás, para el presente milenio, el más grande desafío y batalla para los buenos literatos; ya que no es desconocida la realidad de que mil veces esta generación prefiere lo visual e inmediato a lo que haga meditar e hilar conjeturas sin chispazos de electricidad detrás de una pantalla de vidrio.
Calvino en este caso, implora al escritor que se dedique a elaborar imágenes y recuerdos con palabras y, sin ánimos de satanizar la ilustración que en muchos casos ha sido apoyo fundamental de lo relatado; pide y ruega que en todo caso si la imagen va a invadir el texto lo haga en forma armoniosa más no desafiante, que sea catapulta e insinuación, más no la tarea completa de comprensión y análisis que, desde tiempos pasados, lo narrado mediante tinta y papel logró en las mentes de los seres humanos.
La visibilidad es la llave que permite al literato demostrar que la palabra en su simpleza y practicidad, aunque sea en libros complejos de ciencias, puede marcar el inicio de una senda en aventura a lo virtual.

Sea la relación… las partes y el todo

Finalmente hemos llegado a la multiplicidad, cualidad que la literatura desde tiempos inmemorables ha guardado y que no debería perder, como en algunos casos, en meros intentos y una inexistente realización.
Esta multiplicidad descubre la intención de la literatura de llegar al igual que la filosofía a lo absoluto, elaborar una serie de caminos enmarañados y que relacionan el todo con el todo, dotando de riqueza de conocimiento a lo escrito, donde se explicará el porqué de las relaciones y los orígenes; sin embargo hay que tener cuidado puesto que al intentar lo absoluto muchos han fracasado, quedado a mitad de sus relatos o simplemente en un inicio formidable que no tuvo conclusión.
Manejar el todo, como el narrador omnisciente, es deber y don de una persona culta y cuidadosa, de alguien que tenga muy bien definida la interacción de los personajes, de las tramas, del mismo contexto en el que desplegará el escrito; una pequeña desconsideración y todo podría resultar arruinado.



Los pasos señalados por Calvino son básicos para la perpetuación de una literatura de calidad, está en manos nuestras y de los mentores cambiar la visión de frialdad y practicidad que ha inundado y gestado una literatura meramente comercial, somos seres humanos con necesidad subjetiva, no dominados por la imagen ni por la masa de información.

1 comentario:

Vladimir Terán Alt dijo...

Giulliana:
Veo q sigues posteando y no aumentas tus visitas. Asegúrate de notificar a Blogsperu y Perublogs cada vez que actualices e inscríbite en más directorios de blogs. Ten paciencia y constancia y pronto tendrás gratas sorpresas.
Chaufas.