viernes, 26 de enero de 2007

ASSALAMU ALAIKUM...Que Dios esté contigo

"Nadie es profeta en su propia tierra” y en el caso de Sheij Aly Elsayed Aly, el dicho pareciera cumplirse a cabalidad. Con 41 años, casado y padre de tres hijos, Aly pisó suelo peruano en el año 2003, dejando en la ciudad de Zakazik - Egipto todas sus costumbres, amigos y el amor de una familia, por cumplir con la misión y destino que Allah le había encomendado.“Él me contó que sentía mucho temor por el idioma, las costumbres y por no saber qué hacer al llegar; pero en el avión su compañero de asiento fue un peruano y le dijo que si tenía algún problema lo ayudaría a llegar a la mezquita. Desde ese momento, Sheij Aly se formó una buena imagen de nosotros”; comenta Luis Tezen, ayudante de Sheij por tres años.

“Sheij” es una palabra y título que carga consigo un basto significado y que pone bajo los hombros de quien lo lleva la responsabilidad de guiar a una comunidad en su fe . No importa la edad, lo trascendental es que haya alcanzado sabiduría, conocimiento y equilibrio espiritual para poder auxiliar a sus hermanos; acción de la que Abdul Hallek, hermano musulmán, da testimonio: “Él ha sido muy comunicativo a pesar de no hablar mucho español; sin que tú le dijeras algo, se daba cuenta de que tenías un problema y se acercaba a darte la solución indicándote alguna surá (capítulo) del Corán”. Y es que Aly fue enviado por sus padres a una escuela especial donde le hicieron aprender y enseñaron a recitar el Corán de memoria desde la tierna edad de tres años. Luego, sumada toda su formación, ingresaría a la universidad de al-Azhar - la más antigua del mundo - donde culminaría sus estudios convirtiéndose en Sheij.

Si bien el ciudadano egipcio tiene una voz cálida para la conversación cotidiana, durante la oración de los viernes pareciera que el nivel de adrenalina se incrementara y es entonces cuando su voz retumba en las mentes de los hermanos que rezan concentrados en dirección a La Meca. Aly es un hombre que al desplazarse por las calles pasa desapercibido con su tez trigueña, camisa a cuadros y pantalón oscuro; pero siempre acompañado de Luis a quien no se cansa de llamar durante todo el día y con quien ha compartido viajes en combi e incluso visitas a la Parada, “sobre todo durante el mes de Ramadán tuvimos que ir con Sheij para sacrificar carneros, ya que muchos no saben matar a los animales sin hacerlos sufrir y eso es haram (pecado) para nosotros”. Y entre otros detalles, el asistente hace memoria bajo una sonrisa… “las primeras frases que Sheij aprendió en español, fueron las que todos aprendemos por ley: ¿cuánto cuesta?, noooo, menos…menos, ¿por qué tanto?”.

Sheij Aly vive en la mezquita de Magdalena que irónicamente se encuentra a espaldas de un seminario, donde los sacerdotes no dan razón de relación alguna con el representante de la comunidad musulmana y menos los vecinos directos, quienes ostentan en sus fachadas la imagen de la Virgen María para aseverar su catolicismo. Si bien es un lugar que exhala paz, la casa de Allah también transmite algo de soledad y vacío porque es muy grande para una sola persona; por eso, a inicios del 2004 la señora Tahiya y sus hijas Asheyma y Gend vinieron a visitar al Sheij para brindarle el calor familiar que toda persona necesita y que no podía compensarse a pesar de las constantes llamadas telefónicas y los correos electrónicos. Permanecieron en Lima por año y medio, luego partieron nuevamente a Egipto porque el hijo menor Ahmad estaba solo y las hijas debían proseguir con sus estudios universitarios.

De las anécdotas de Aly y su familia se cuentan muchas, sin embargo hay una que el incondicional Luis recuerda alegría: “Una vez la esposa del Sheij venía detrás de nosotros tratando de darnos alcance; cuando de repente nos dimos cuenta que un señor nos miraba. Sheij Aly se preguntaba por qué… cuando de repente escuchamos un “toccc” y resulta que el señor por estar mirando a la señora Tahiya se había dado contra el poste”.Todos aseguran que Aly es una persona que toma todo con buen humor y que incluso algunas veces jugaba bromas; auque en algunos momentos demostraba algo de terquedad según lo contado por Abdul Hallek: “Sheij en alguna ocasión reclamó por el pasaje y quería pagar solo cincuenta céntimos… subió y bajo de carros tantas veces, que terminó llegando a la mezquita sin haber gastado nada”.

La última Azalá - reunión de los Viernes - fue una oportunidad en que además de orar, hombres y mujeres prestaron atención a la parábola mediante la cual Aly les dejó en claro que su partida, a pesar de la tristeza, tenía un porqué...
"Hubo un hombre que servía a un rey que no tenía fe alguna. Este hombre estaba al tanto de los asuntos del
monarca y trataba de guiarlo de la mejor manera de acuerdo a las enseñanzas del profeta. De repente un día, el gobernante sufrió un accidente que mutiló uno de sus dedos; fue entonces cuando blasfemó en contra del dios de su asesor, quien en reiteradas oportunidades trató de explicarle que ese accidente permitido por Allah tenía una finalidad...´nada es en vano´, insistía el hombre; sin embargo el rey, cansado de oir a su asistente lo mandó a encerrar.
Pasados algunos días el monarca tuvo que salir en un largo viaje y en el camino fue asaltado por un grupo que lo ató de pies y manos para sacrificarlo ante el ídolo al que adoraban, no obstante uno de los sacerdotes se percató de que el rey no tenía un dedo y por esta imperfección conisderada insulto para su dios, el rey fue dejado en libertad.
Al regresar a palacio, el soberano mandó liberar inmediatamente a su consejero y le pidió disculpas infinitas.Pero una duda perseguía al monarca: ¿pero si yo fui salvado por aquel dedo que perdí, tú que ganaste estando encerrado? A lo que el consejero respondió: "si hubiese estado libre, yo te habría acompañado en el viaje y aquellos idólatras me habrían sacrificado a mí".
Finalizada la oración, Sheij compartió un delicioso almuerzo con todos sus hermanos, despidiéndose de a pocos y recibiendo infinidad de bendiciones, además de buenos deseos. El sol se ponía y la hora de la partida se acercaba. Dejaba atrás tres años de amistad y los recuerdos de los buenos momentos que le brindó la ciudad de Lima. Assalamu Alaikum es el saludo entre musulmanes al encontrarse, pero en esta ocasión al Sheij Aly le tocó responder a manera de despedida: “Alaikum Assalamu - Que contigo esté Dios”.

“AGRADEZCO A ALLAH POR LA MISIÓN QUE ME HA DADO”

Mis padres me educaron en el Islam, mi vocación y camino estaban descritos por Allah y cumpliendo lo que él dice nosotros hemos convivido pacíficamente con católicos y judíos, incluso en una reunión un Rabino me abrazó muy fuerte al saludarme...yo recuerdo eso como un gesto de hermandad”, Sheij Aly ríe y añade, “cuando me preguntan sobre la guerra en Iraq, yo solo pido que Allah brinde a ese pueblo la paz y entendimiento para que cesen los enfrentamientos entre hermanos porque la desunión es la raíz de sus problemas”. Mientras espera el momento de partir, reflexiona:“Mi aporte en todo lugar siempre ha sido ayudar a los hermanos a comprender algunos puntos difíciles del Islam y en Perú hemos abierto las puertas a los medios de comunicación” y respecto a los recuerdos que se lleva del Perú, asegura: “me llevo el sabor de la mazamorra, chicha morada y la parihuela; pero más que eso la calidez y amabilidad de los peruanos en todo momento. Ahora parto con deseos enormes de ver a mi familia, pero también llevo conmigo una gran pena por los amigos y hermanos que he conocido y extrañaré”.